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¿Me escucharás desde las sombras desdibujadas de la noche?

¿Podrás sentir mi presencia vaga cada vez que por tu

mente se atraviesa mi nombre?

¿Esas lágrimas que van volviéndose cada vez más esporádicas, son salados sellos que vaticinan el olvido?

¿Está tu alma preparada para abandonarme en los cajones arrumbados del recuerdo?

No puedo soltar el hilo invisible que aún me ata a lo tangible, a lo real, a lo que vive.

De lo incorpóreo, de lo que anhela mi tacto perdido, de lo que sólo sostengo en lo inerte de mis recuerdos, extraigo las ganas y vuelco las ansias, ignorando las voces que me llaman desde lejos exigiendo que me abandone a la luz.

¿Debo soltarte amada mía? ¿Debo resignar en un suspiro la vida que he construido a tu lado?

Temprano el traicionero destino me arrancó de tus brazos, y temo marcharme y perderme para siempre.

Seré nada más que un efímero soplido cuando los otoños me abriguen con sus hojas mustias, y mi alma se encarcele una y otra vez en la eterna espera de renacer junto con cada primavera.

Se hará de hielo el lecho que una vez ardió en candores tan sublimes, se secará la humedad abandonada en las sabanas y otra piel vendrá a ocupar el espacio vacío que quedó en mi almohada.

Se desfigurarán las huellas de todo cuanto he sido, mis palabras se confundirán con otros dichos, y lo concreto de mi voz se irá transformando en un eco cada vez más inaudible.

Te veo comenzar cada día, durante esos breves minutos después de despertar, e imagino que tu mirada perdida hacia la ventana me busca todavía, me aguarda aún.

Quiero convencerme de que en los momentos en los que te quedas totalmente callada, cuando parece que tu ser busca desconectarse de esta realidad, tu alma está tratando de entrelazarse con la mía para deshacer el silencio con todo lo que no pudimos decir.

¿Estoy rebotando de un lado a otro de tu mente inquieta, o me quedé dormido en un recuerdo perdidoque mengua un poco más a cada hora?

¿Soy aún, o todo lo mío se ha desvanecido junto con lo concreto y lo racional de mi existencia?

Las páginas en las que destilé la poesía de mis días van tornándose cada vez más amarillas, desacompasada  la rima pierde su melodiosa armonía y el verso se vuelve tosco y banal, poco a poco pierde el sentido aquello que una vez hizo de mi un ser único…me estoy perdiendo en el propio recuerdo de mi mismo.

Ya no soy… desfigurado me desarmo y me extravío,  me desintegro, me diluyo  y me incinero.

Inevitablemente le ha llegado la muerte al muerto.